viernes, 11 de marzo de 2011

Carla y la soledad

El estado intimo de Carla es la soledad y ésta, la asalta en momentos inesperados, misceláneos en su conjunto, vacío de forma en su expresión más simple y angustiosas si se halla sola entre el armario, la cama y el colchón,  peor aún, humillante, si esta sentada frente al televisor y un leve mareo precede la llegada de esa enemiga soledad.
Entonces sale a buscar compañía efímera en las calles, dentro de algún café-bar o sentada en cualquier parque, Carla lo sabe y a veces, aplastada por la soledad, sale.
Entra a un bar sin táctica alguna, mira el primer lugar libre en la barra y se sienta. La inexistencia de un objetivo concreto le otorga una independencia que hace de filtro entre todos los potenciales acompañantes, así pues, no tiene porque ser tan exigente si alguien se acerca y le pregunta qué tal?
No se trata de hacer amigos y tampoco de buscar a la persona ideal. Se trata de no estar sola cuando la soledad la derrumba.
Así, ella responde al desconocido que esta bien. Si el desconocido resulta atractivo, esboza un sonrisa y antes de beber un sorbo del Martini Rosato, murmura fríamente: y tú?
Pocas veces es el principio de la no soledad, generalmente son prepotentes, monotemáticos cuándo entran en conversación, neandertales a la hora de sugerir otro lugar más intimo, otras miradas y otras palabras. A veces es mejor no hablar.
Si se dan las circunstancias ella lo prefiere encima de su colchón, debajo de sus sabanas, sobre sus muebles o mirando por la su ventana. Se entrega tanto como puede y su gemido es una mezcla de llanto y socorro. A medida que el desconocido la besa, ella va sintiendo como la soledad se aleja. Se dispersa en el ambiente, como una nube de humo en el cielo. Entonces se aferra más al hombre sin nombre ni apellidos. Mueve sus caderas en elipses concéntricas a la pelvis de su amante volátil. Él la embiste cada vez con más ahínco. Ella gime fuerte.
El desconocido se corre dentro.

viernes, 4 de marzo de 2011

Felación


Estaba hablando del teorema de Pitágoras cuando sentí la mano de Claudia sobre mi pierna. Mi cuerpo reacciono enseguida y se me formo un bulto duro dentro sin poder evitarlo. Continúe diciendo que la hipotenusa al cuadrado es igual a la suma de los cuadrados de los catetos mientras pensaba en cómo iba vestida ese día Claudia. Un pantalón de chándal rosa y una camiseta muy pegadita cubriéndole los senos. Su mano fue subiendo por mis muslos hasta que llego a mi pene, en ese momento un leve silencio se apodero de mí. Empezó a coger mi pene muy levemente por encima del pantalón y se fue endureciendo todavía más.
        -     El teorema de Pitágoras es para todos los triángulos?- pregunto Claudia buscando mi mirada.
        -    No- respondí negándome en rotundo a mirarla- es sólo para los triángulos rectángulos.
   Los segundos se fueron haciendo eternos. Su mano había desabotonado mi pantalón y ahora bajaba la cremallera muy despacio.
       -     Y qué son los triángulos rectángulos?- pregunto Claudia con una voz de ternura.
 No podía creer que no supiera qué era un triangulo rectángulo e iba pregúntaselo cuando sentí el tacto suave de las yemas de sus dedos. Lo tomo son firmeza y poco a poco fue aflojando. Mi sexo estaba erecto y muy caliente en comparación con el resto de mi cuerpo. Claudia fue deslizando tu mano a mis testículos. Los acariciaba  casi amorosamente.
       -   Son triángulos con un ángulo recto
  Cuando subía la mano a mi pene deslizaba su capullo muy suavemente, cubriendo mi glande cada tres segundos. Una sensación muy excitante que fue aumentando a medida que iba humedeciéndose mi pene y ella cubría progresivamente mi glande.
-          Adrien?
-          Que?
-          Quien fue Pitágoras?- Dijo algo sonriente.
  En este instante me costo mucho recordar quién había sido Pitágoras, pero antes de responder quería observarla, quería saber hasta dónde iba llegar através de su mirada, pero en cuanto gire el rostro, sólo pude una parte de su cabeza que bajaba. Noté sus manos en mi cadera agarrando mi pantalón y mis calzoncillos y creo que por inercia levante el culo para que ella pudiera bajarlos.
-          Era un filosofo griego
Lo dije con los ojos puestos en la pared de la habitación, sin ser capaz de mirar concretamente algo, en aquel instante me percaté de la profundidad de su boca,  la humedad de sus labios en lo largo de mi pene. Sentí el roce, la fricción dulce de su lengua. Ella cubría mi glande con algo mas suave que sus manos, sus labios, y era delicioso sentir así su boca mientras me apretaba las piernas con sendas manos.
-          Qué más sabes de Pitágoras Adrien?- pregunto lamiendo mi glande.
Yo no quería nada de Pitágoras, únicamente deseaba que continuara.
-          Qué más Adrien?
 Y esta vez lo pregunto después de haber lamido mis genitales y mi pene, y con una voz mas sensual que nadie.
- nació en la isla de Samos…
Respondí casi susurrando y ella succiono mis testículos sutilmente, para después repetir el ritual de segundos antes y recorrer mi pene con su boca mojada, dadivosa de placer, soberbia donde las haya, ayudada por  la tersura de su mano. En algún momento deje de hablar de Pitágoras porque realmente no se sabe mucho del filosofo griego y Claudia se detuvo moviendo ligeramente mi pene.
-          Qué más Adrien?
Sonaba cada vez más sensual y yo quería que continuara, así que empecé a inventarme cosas de Pitágoras.
-          Pitágoras tenia un perro que se llamaba …