lunes, 31 de enero de 2011

Ven, ven, asi te beso. Te arranco

Ven. Ven. Así. Te beso. Te arranco. Te arrebato. Te compruebo en lo oscuro, ardiente oscuridad, abierta, negra, oculta derramada golondrina, oh tan azul, de negra, palpitante. Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos, piel de rosa o corales delicados, tan finos. Así, así, absorbidos, más y más, succionados. Así, por todo el tiempo. Muy de allá, de lo hondo,
dulces ungüentos desprendidos, amados, bebidos con frenesí, amor hasta desesperados. Mi único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo, lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser. Amor. Mi amor. Ay, ay. Me dueles. Me lastimas. Ráspame, límame, jadéame tú a mí, comienza y recomienza, con dientes y garganta, muriendo, agonizando, nuevamente volviendo, falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre, en lo oscuro, quemante oscuridad, uncida noche, amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente.


                                                                                                                             Rafael Alberti

La chica sin bragas

Vamos a cambiar de tema. Ayer estaba por la calle Aranda y encontré la tienda de comestibles que estaba buscando, aunque no sabia si ella estaría dentro. La fachada era de lunas polarizadas con un rectángulo transparente donde se exponían aceites, licores y distintas otras botellas de colores. No estaba seguro de entrar, tenia un poco de recelo porque sabia que de encontrarla no iba poder encadenar las palabras y de pronto hasta podía terminar pareciendo un gilipollas. Di un par de vueltas a la manzana y cuando pasaba por la tienda intentaba ver si ella estaba dentro, pero no había forma. Se llamaba Diana y trabajaba allí, era lo único que sabia. Ah! Y también dijo que no solía llevar bragas. No recordaba bien su cara, solo tenía una idea vaga de tu apariencia. Morena de ojos claros, creía. Tenia una bonita sonrisa y cuando habíamos bailado fijo sus ojos en los míos de tal manera que cuando daba vueltas a la tienda de comestibles no sabia si estaba allí porque dijo que no llevaba bragas y me pido que la visitara, o si era por aquella mirada tan suya. Estaba confundido. ¿Y si era una ninfómana? ¿Y si tenía alguna enfermedad? Había que correr riesgos o al menos entrar y ver qué sucedía. ¿Y si me enamoraba de su mirada? Esto era lo más peligroso.
 Al final entre y efectivamente: era Diana, y era morena, muy simpática y picara, y su mirada era la misma de aquella noche cuando bailamos. Se sorprendió al verme entrar y me sorprendí al ver que me reconocía como el chico del bar, lo cual me hizo gracia. Pregunte su nombre solo para confirmar que se llamaba Diana. Si, se llamaba Diana. Así que pensé que igual no llevaba bragas. Era guapa, aunque aquella tarde era incapaz de verla en conjunto, estaba prendido de su mirada y su sonrisa, y también de esa dulce idea de la chica sin bragas. Para colmo estaba con un vestido amarillo repleto de margaritas, algo ceñido a su cuerpo y a veces, cuando se viraba podía ver como la tela se pegaba a su cuerpo desde la cintura hasta casi la mitad de sus nalgas sin poder distinguir el pliegue que se dibuja cuando se lleva bragas. Hablamos de qué tal aquella noche, de cómo había buscado la tienda y de la atracción casi lúdica que sentíamos el uno por el otro. Yo no estaba seguro si podíamos follar en aquella tienda, detrás de los estantes o en el baño tal vez. No sabía ni siquiera cómo engranar una conversación con otra y llevarla al asunto. Mientras hablamos me di cuenta que tampoco llevaba sujetador y que se podía distinguir sus dos pezones en el vestido. En aquel momento entro un cliente y mientras lo atendía yo la miraba con disimulo. (El cliente estaba embelezado con el espectáculo) tenia que diseñar un plan. ¿Y si la tomaba de repente como en las pelis porno? ¿Y si pedía prestado el baño y allí me le insinuaba? Era terrible porque ya empezaba a excitarme de sólo pensarlo y  verla. Se fue el cliente limpiándose las babas con la mano. Por dios! Que mirada! Me pregunto si no me importaba que me besara. Yo respondí que sí, sí me importaba. Era un sueño? ¿Me estaba volviendo loco?  Luego me pregunto si quería ir al baño. Respondí que no. Era un gilipollas. ¿Me estaba volviendo loco? Una tía sin nada debajo me pedía ir al baño? Le dije que me disculpara un momento y salí de la tienda a tomar un respiro y pensar con calma la situación. Estaba muy confundido y decidí dar un rodeo a la tienda. Uno solo e iba a poder entrar  y besarle esos pezones que aguaitaban debajo del vestido o pegarla a la pared, levantarle el vestido con margaritas y lamerle su sexo desnudo, sus glúteos y luego hacerla mía. Di un rodeo a la manzana, luego otro a la manzana siguiente y otro dos más al consiguiente. Regrese un día después. Pero no volví a encontrar la tienda de comestibles de la calle Aranda.

jueves, 27 de enero de 2011

Esperándole...

Bajé las escaleras despacio,  algo impaciente. Y  aunque,  únicamente cubría mi cuerpo una pequeña ropa interior de encaje, sentía como si fuera arder.  Mientras,  iba imaginando su cara, imaginando como clavaria los ojos en mí, sobre mis senos, sobre mi ombligo, sobre mis muslos…Imaginaba, cómo su cuerpo reaccionaría al verme y eso hacía que cada vez aumentara más mi deseo de tenerle dentro de mí
Bajé el último peldaño y empecé a notar su mirada.  Mi respiración aumento y le sonreí, con esa sonrisa pícara y sensual que tanto le gusta. Me acerqué poco a poco a él, sin decir nada, solamente nuestras miradas se hablaban, él sabía lo que yo buscaba, lo que ansiaba.
Insinuante, con mi movimiento de caderas, me acerqué a su boca,  mordí mi labio inferior mientras el clavaba su sonrisa en mis ojos. ¡Qué cerca le tenía y qué dentro le iba a tener! Era mi único objetivo.
Pegué mi cuerpo al suyo y sentí como su sexo estaba endurecido. Al notarlo, se me escapo un suave gemido y a él, se le escaparon sus manos dentro de mi braguita. Sus dedos empezaron a explorar mi sexo, en aquel instante estaba  hinchado y húmedo.  Le bese, le besé con toda la pasión y excitación que él me producía. Mi lengua empezó a rozar la suya, se fue adentrando en su boca, ambas entrelazadas, dejándose llevar.
Después, me quite el sujetador y pegue mis pezones a su torso. Al sentir su dureza, poso sus manos en mis pechos, me los agarro, los apretó, los envolvió con sus fuertes manos y después se los metió en la boca. Lamio mis pezones, lamio mis senos enteros y se los volvió a meter en la boca. Yo ya ardía de placer y se me volvió a escapar otro gemido.

Me tumbo en el sofá, y empezó a desnudarse.  Sin dejar de observar cómo se iba desprendiendo de cada prenda, me fui quitando las bragas. Abrí mis piernas para enseñarle mi más preciado tesoro. Me encantó como lo miraba, sentí en su mirada su deseo por tenerlo, de poseerlo. Y al instante,  note su duro sexo entrando en mí.
Me volvió loca de placer, estalle de excitación. Sabía que solo él, me podía calmar y hacerme sentir así. Una mujer.

martes, 25 de enero de 2011

Esta tarde ha sonado el teléfono a las cuatro y era ella. Su voz tiene la ternura de un crepúsculo y cuando la escucho hay algo que tirita dentro de mí, algo se descubre aquí dentro, en mi pecho, y empiezo a tener ganas de estar cerca de ella, de ir descubriendo su cuerpo a base de pegar mis labios en su piel, su voz tiene ese poder, de hacerme recordar que la quiero y la deseo desde la primera vez. Mi amante, mi mujer, cuando me mira, cuando me susurra fantasías y recuerdos. Esta tarde ha sonado el teléfono y era ella, no me puedo callar, ha dicho que me desea con su voz felina de media noche, ha dicho que estaba desnuda sobre la cama y ha pensado en mi. Y yo simplemente he empezado a arder como nunca. De solo imaginarla desnuda me derrito. Su cuerpo frágil tendido en la cama, esperándome, las piernas cruzadas esperando que llegue con mi deseo para descubrir su vientre, su vulva y me sumerja en ella, húmeda ella, y vaya abriéndome camino dentro de ella, mi amor, mi amante, la deseo de sólo pensar que esta noche estaremos retozando en la cama y ella estara húmeda de mí.

domingo, 23 de enero de 2011

Si quieres, bailamos

Si quieres, bailamos. Me pongo mi mejor y mas corto vestido y me compro unos zapatos de tacón interminable para la ocasión. Si quieres bailamos y nos olvidamos de los días pasados perdidos sin mirarnos a los ojos y encajo mis caderas en las tuyas, y rodeo tu cuello con mis brazos y presiono tu cuerpo contra el mio para que no corra ni el aire entre tu y yo. Si quieres, bailamos, soñamos con los pies, y bajo una mano de tu cuello suavemente por tu espalda hasta llegar a tu cintura para aferrarme a ella y apretarte aun mas contra mi, como si quisiesemos fundirnos. Si quieres, tambien, olvidamos que existe gente a nuestro alrededor y te beso como si estuviesemos a solas, lenta, suave, calidamente, al ritmo de la melodia que siguen nuestros pies y ahora, de igual modo, nuestras bocas, nuestras lenguas, nuestras manos. Si quieres, por favor, si quieres, invitame a bailar, y no sabre si estamos danzando o amando vestidos, porque la sensación sera la misma...

                                                                                                                                       (Anónimo)

                                                                                                                     
                                                                                                                                          (Anónimo)

Poema

Porque la libertad es un fuego
que pule, afina, organiza
y destruye la vida.

Porque a un lado está el bien
y al otro el mal y yo no sé
cuál es la conducta razonable.

Porque después de todo, nada
importa sino es el amor,
sino es el odio.

Yo estoy aquí para vivir o para morir,
para cantar o para morir,
para respirar, comer y amar.
O para morir.

            washintong delgado

Ya sé que no es un poema erótico, pero me entusiasma las ganas de vivir que transmite el poeta y es en este sentido que compartimos el poema con ustedes, porque lo erótico de la vida no tiene limites, pues se asienta en lo más grande que tiene el ser humano: La Imaginación, y esta imaginación erótica, estas fantasías, nos pueden llevar más halla del bien y del mal, más lejos todavía, y  descubrirnos un mundo de sensaciones suaves e intensas que enriquecerán nuestros día a día, haciéndonos  vivir o morir en muchos instantes sin saber tal vez cual es cual.