martes, 22 de noviembre de 2011

kafka en la Estanteria


La canción llega del fondo y se mezcla con el murmullo de la gente. Mujeres y hombres educados hablan de política y economía en unos rincones, y en otros de lo "agradable" que ha estado la conferencia. Pero Paula no se detiene y me arrincona entre las estanterías de la biblioteca. Veo un libro de Descartes junto a uno de Juan Goytisolo y me pregunto que coño hacen juntos? Paula me inquieta. Cuando nos conocimos no parecía tan decidida, pero a medida que pasa el tiempo es mas intrépida, advierto ciertos rasgos exhibicionistas con algo de ingenuidad y pudor que no me disgusta en lo mas mínimo, pero en la biblioteca de su padre? estoy pensando esto cuando noto una leve caricia en la entrepierna y automáticamente el beso que le estoy dando cambia de intención.
Empieza a ser desaforado cuando ella baja mi bragueta y estimula mi pene con ambas manos. Excitado recorro las suaves curvas de su cuerpo, le bajo el tirante del vestido y descubro ambos senos. Sus pezones me hacen recordar una foto expuesta en Bellas Artes de Madrid y me excito aún mas recordando su nombre "fiera escondida" (una mujer desnuda te mira entre la penumbra). Voy hacia sus senos pero antes me detengo en sus labios, es como ir a París pasando antes por Roma, así emprendo mi dulce recorrido. Los cubro con mi boca, recogiéndolos con las manos. Sus pezones están duros y ella tirita cuando los succiono. Paula me aparta y se arrodilla para chuparme el pene.
El murmullo se acentúa cuando una canción termina y empieza otra. Acojona pensar que al otro lado de la puerta están sus padres y amigos. Aprieta mis testículos y dejo de hacer conjeturas estúpidas. Noto sus labios recorriendo mi pene, se lo come todo!! si quisiera podría correrme ya, pero quiero hacerlo dentro de ella. La levanto, la viro. Esta de cara a las estanterías, con los ojos a la altura de Juan Goytisolo, levanto su vestido y reluce un culo precioso, curvado delicadamente y me dan ganas de besarle la vulva. Me acerco a sus labios vaginales por detrás y le meto la lengua. Le lamo los labios y de pasada le succiono un poco el clítoris, para hacer esto tengo que apretar mi cara a su culo. Me gusta mucho estar cerca de sus nalgas. Me gusta el olor de su humedad pero no tenemos tiempo, en cualquier momento puede entrar alguien!!
Recuerdo esto y la penetro. Entro en ella con mucha facilidad y embisto varias veces.  Hay una colección de Kafka encima de Descartes.Yo tengo una colección parecida en casa. Cuántas veces he follado delante de Kafka??continuo entrando y saliendo de paula. Sus gemidos se mezclan con el murmullo y la música. El orden de los factores no altera el producto. Paula aprieta su culo en mi pene y su humedad se intensifica. Me corro. Me gusta la Metamorfosis. Me gusta Paula. Me gusta como mueve sus caderas cuando nota mi semen, es como si quisiera dejarme seco.
Se termina Schubert, pero yo solo quiero una copa.

domingo, 3 de abril de 2011

La primera vez haciéndolo en la calle

Caminaba de vuelta a casa sin esperar nada. El reflejo de la luces  destellaban en los charcos de la acera y mi horizonte próximo era un pasadizo asfaltado entre edificios a media luz. No había transito vehicular, en cierta forma me hallaba sola y no habría tenido mayor importancia, pero la discusión con Tomas me hacia sentir triste, rabiosa conmigo por quererlo únicamente para mi, desconcertada porque en todo el día no había llamado y empezaba a extrañarle. La brisa nocturna refrescaba de vez en cuando mi rostro, ondeaba tímidamente mi cabello. Se colaba por entre mis piernas y mi falda hacia un amago de levantarse.
De repente escuche abrirse una puerta a unos metros de mi y al prestar atención, distinguí en  la penumbra  un hombre  bajando de un coche. Me puse nerviosa  sin un motivo real pues la zona es segura y Tomas no iba venir, por un momento pensé que era él, lo admito, pero recordé cómo era Tomas. El desconocido empezó a venir hacia mi, el juego de luces y sombras de la noche me ocultaba su rostro, pero a medida que se fue acercando, por su forma de caminar, de mover los hombros, descubrí a Tomas. Creo que ambos sonreímos a la vez, no estoy segura, pero si recuerdo que lo abrace muy fuerte, le había echado de menos y quería que lo sintiera. Nos besamos con ternura sujetándonos ambos con los brazos. Él por mi cintura y yo rodeando su cuello. No pronunciamos una palabra. El calor de nuestros cuerpos bastaba para comunicarnos. Sentí su mano en mis nalgas y esto me provoco ardor. Le bese con menos ternura y más pasión, tocándonos con nuestras lenguas, besándonos cada labio por separado. Para darme cuenta estábamos pegados a la pared y sus manos se habían colado dentro de la falda, sentí el roce suave de sus dedos muy cerca de mi ano y de rato en rato, muy cerca de mi sexo. Me percate que estábamos en la calle, que los edificios nos rodeaban,  que debíamos detenernos e ir al piso, pero esa noche descubrí lo mucho que me excitaba hacerlo en la calle. Me puse muy cachonda.  Tome su pene con la mano. Él tenia mi vulva y jugaba con mi clítoris, sumergía sus dedos dentro de mi coño y me hacia gemir, yo intentaba aguantarme al principio, pero luego deje de hacerlo. Nos masturbábamos mientras nos comíamos la boca. Él se bajo los pantalones un poco y el pensar que me iba penetrar en la calle me puso más caliente y me dieron ganas de comerle la polla. Baje hacia su pene y empecé a succionarle su semen. A lamerle los testículos. Tomas estaba más erecto que cualquier otro día y eso me excitaba más. Me llamo con sus manos y me beso fuerte. Entonces vi en sus ojos su deseo de mí y le pedí que se comiera mi vagina. Él bajo hacia ella y levanto mi pierna para ponerla sobre su hombro y empezó lamiéndome los labios, casi llegando hasta mi culo. Me tenia muy cachonda, lo juro. Me comió el clítoris primero muy flojito y luego con más “talante”   -que gracia- y luego empezó a penetrarme con su lengua y yo sentía como me iba poniendo más húmeda cada vez. Le pedí que me follara. Tomas se puso de pie y me penetro en la calle y desde entonces, no dudamos si encontramos un lugar público sin gente.

viernes, 11 de marzo de 2011

Carla y la soledad

El estado intimo de Carla es la soledad y ésta, la asalta en momentos inesperados, misceláneos en su conjunto, vacío de forma en su expresión más simple y angustiosas si se halla sola entre el armario, la cama y el colchón,  peor aún, humillante, si esta sentada frente al televisor y un leve mareo precede la llegada de esa enemiga soledad.
Entonces sale a buscar compañía efímera en las calles, dentro de algún café-bar o sentada en cualquier parque, Carla lo sabe y a veces, aplastada por la soledad, sale.
Entra a un bar sin táctica alguna, mira el primer lugar libre en la barra y se sienta. La inexistencia de un objetivo concreto le otorga una independencia que hace de filtro entre todos los potenciales acompañantes, así pues, no tiene porque ser tan exigente si alguien se acerca y le pregunta qué tal?
No se trata de hacer amigos y tampoco de buscar a la persona ideal. Se trata de no estar sola cuando la soledad la derrumba.
Así, ella responde al desconocido que esta bien. Si el desconocido resulta atractivo, esboza un sonrisa y antes de beber un sorbo del Martini Rosato, murmura fríamente: y tú?
Pocas veces es el principio de la no soledad, generalmente son prepotentes, monotemáticos cuándo entran en conversación, neandertales a la hora de sugerir otro lugar más intimo, otras miradas y otras palabras. A veces es mejor no hablar.
Si se dan las circunstancias ella lo prefiere encima de su colchón, debajo de sus sabanas, sobre sus muebles o mirando por la su ventana. Se entrega tanto como puede y su gemido es una mezcla de llanto y socorro. A medida que el desconocido la besa, ella va sintiendo como la soledad se aleja. Se dispersa en el ambiente, como una nube de humo en el cielo. Entonces se aferra más al hombre sin nombre ni apellidos. Mueve sus caderas en elipses concéntricas a la pelvis de su amante volátil. Él la embiste cada vez con más ahínco. Ella gime fuerte.
El desconocido se corre dentro.

viernes, 4 de marzo de 2011

Felación


Estaba hablando del teorema de Pitágoras cuando sentí la mano de Claudia sobre mi pierna. Mi cuerpo reacciono enseguida y se me formo un bulto duro dentro sin poder evitarlo. Continúe diciendo que la hipotenusa al cuadrado es igual a la suma de los cuadrados de los catetos mientras pensaba en cómo iba vestida ese día Claudia. Un pantalón de chándal rosa y una camiseta muy pegadita cubriéndole los senos. Su mano fue subiendo por mis muslos hasta que llego a mi pene, en ese momento un leve silencio se apodero de mí. Empezó a coger mi pene muy levemente por encima del pantalón y se fue endureciendo todavía más.
        -     El teorema de Pitágoras es para todos los triángulos?- pregunto Claudia buscando mi mirada.
        -    No- respondí negándome en rotundo a mirarla- es sólo para los triángulos rectángulos.
   Los segundos se fueron haciendo eternos. Su mano había desabotonado mi pantalón y ahora bajaba la cremallera muy despacio.
       -     Y qué son los triángulos rectángulos?- pregunto Claudia con una voz de ternura.
 No podía creer que no supiera qué era un triangulo rectángulo e iba pregúntaselo cuando sentí el tacto suave de las yemas de sus dedos. Lo tomo son firmeza y poco a poco fue aflojando. Mi sexo estaba erecto y muy caliente en comparación con el resto de mi cuerpo. Claudia fue deslizando tu mano a mis testículos. Los acariciaba  casi amorosamente.
       -   Son triángulos con un ángulo recto
  Cuando subía la mano a mi pene deslizaba su capullo muy suavemente, cubriendo mi glande cada tres segundos. Una sensación muy excitante que fue aumentando a medida que iba humedeciéndose mi pene y ella cubría progresivamente mi glande.
-          Adrien?
-          Que?
-          Quien fue Pitágoras?- Dijo algo sonriente.
  En este instante me costo mucho recordar quién había sido Pitágoras, pero antes de responder quería observarla, quería saber hasta dónde iba llegar através de su mirada, pero en cuanto gire el rostro, sólo pude una parte de su cabeza que bajaba. Noté sus manos en mi cadera agarrando mi pantalón y mis calzoncillos y creo que por inercia levante el culo para que ella pudiera bajarlos.
-          Era un filosofo griego
Lo dije con los ojos puestos en la pared de la habitación, sin ser capaz de mirar concretamente algo, en aquel instante me percaté de la profundidad de su boca,  la humedad de sus labios en lo largo de mi pene. Sentí el roce, la fricción dulce de su lengua. Ella cubría mi glande con algo mas suave que sus manos, sus labios, y era delicioso sentir así su boca mientras me apretaba las piernas con sendas manos.
-          Qué más sabes de Pitágoras Adrien?- pregunto lamiendo mi glande.
Yo no quería nada de Pitágoras, únicamente deseaba que continuara.
-          Qué más Adrien?
 Y esta vez lo pregunto después de haber lamido mis genitales y mi pene, y con una voz mas sensual que nadie.
- nació en la isla de Samos…
Respondí casi susurrando y ella succiono mis testículos sutilmente, para después repetir el ritual de segundos antes y recorrer mi pene con su boca mojada, dadivosa de placer, soberbia donde las haya, ayudada por  la tersura de su mano. En algún momento deje de hablar de Pitágoras porque realmente no se sabe mucho del filosofo griego y Claudia se detuvo moviendo ligeramente mi pene.
-          Qué más Adrien?
Sonaba cada vez más sensual y yo quería que continuara, así que empecé a inventarme cosas de Pitágoras.
-          Pitágoras tenia un perro que se llamaba …


lunes, 28 de febrero de 2011

Efugio a la rutina

 Son dos esqueletos no quietos tendidos en la cama. Una pareja? Claro, son dos. Heterosexual? Y yo pregunto si esto tiene alguna importancia, al fin y al cabo es cuestión de posiciones (ideológicas y físicas) y no estaría mal que fueran dos hombres o dos mujeres y estaría mucho mejor seguramente si se tratara de dos parejas no quietas encima de una cama. En este caso son dos osamentas carnosas, con curvas, con orificios, con ojos, con manos. Aquí cabe la pasión y el juego aun sin juguetes, como los niños, pura imaginación. Y no es difícil, no! se podrían cubrir los ojos en primer lugar y conseguir con este truco sencillo (y fácil) apartar todos los prejuicios que lleva consigo el mero hecho de ver, de observar, de asignarle características morales y casi cívicas a algunas partes de nuestro cuerpo. Basta con poner algo oscuro encima de los ojos del amante y respetar el juego. Se puede poner música, por supuesto, es más, logras que otro sentido  (el auditivo) quede de alguna forma bloqueado y los sonidos se confundan hasta el punto que después de unos minutos adquieras el halo de un espectro para el amante ciego. Lady gaga? No por dios, bueno si, pero solo si antes has estado en una discoteca y te has metido dos o tres pastillas alucinógenas, (es una pasada) mejor algo  suave y de acuerdo al gusto de ambos, pero sin que llegue a ser cursi pues la música puede limitar los rumbos que pueda tomar la noche. Ya sabemos que no hay reglas, no hay concejos validos, bueno sólo uno, y es que todos los contactos, los roses, los besos deben ser suaves e ir en aumento en cantidad y calidad a medida que transcurre el tiempo, ah! Y en este aspecto de la vida también se produce la entropía, es decir que el desorden de nuestros cuerpos, de nuestros deseos y movimientos, con el tiempo aumentan. Es una pareja homosexual? Bisexual?  Cállate por dios, eso da igual, lo importante es  el control de uno mismo, de conocer tu cuerpo, sus limitaciones, sus necesidades y tener claro en todo momento que el instinto de lanzarte como un loco y copular como un cerdo se puede controlar, es más, para que el juego funcione debe ser controlado y llevado al punto máximo de aguante, entonces si lánzate como loco o loca, entonces si satisface el deseo de tu pareja, el deseo casi animal de ambos, satisfácelo, quítale la venda y apriétale las nalgas o los pechos, cojéele los testículos fuerte y muérdanse los labios, aférrense como dos esqueletos simplemente sexuales, porque el sexo al fin y al cabo es cuestión de posiciones, ideológicas y físicas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Sensaciones de Angie

En el momento follar o hacer el amor una puede advertir dos clases de hombres: quiénes se toman su tiempo y quiénes no. Y hablo también del aquí te pillo y aquí te mato, porque hasta en estas ocasiones hay una diferencia clara de quiénes se toman su tiempo y quiénes no, aunque lo fines sean distintos.
En el coito de cinco o diez minutos es verdad que no importan tanto las formas como los fines, pero una siempre agradece una caricia pre-coital, no esta de más una mirada de deseo a los ojos o que nos besen los senos sin causarnos daño. Y se agradece más todavía que no se corran antes que nosotras. A veces también puede ayudar un murmullo que nos haga saber que somos deseadas y a veces también una palabra mal sonante puede cortarnos todo el rollo, aunque no digamos nada en ese instante (por lo menos yo) preferimos continuar y ver que pasa. Ah! Y no nos gusta mamarla de buenas a primeras. O por lo menos a mí.
Con el tiempo una va discriminando el tipo de sexo que prefiere, es lógico, y tiende a las sesiones cóitales, como yo las llamo,  que duran una o dos horas, esas dónde ambos gozamos de tiempo y de anhelo por conocer sendos cuerpos (no hablo de amor) con una lujuria que deja de ser pecado para transformarse en un gozo celestial. Y no todos los hombres son capaces de darte ese tipo de sexo, sobre todo porque se necesita tener una sensibilidad distinta y permanente, (y no pido este tipo de sexo todos los días, seria aburrido) me refiero a no caer en la perdida del morbo, del deseo por lo ya conocido, es frecuente caer en esto, tal vez si fuéramos capaces de mantener esta curiosidad por el otro, mis sesiones cóitales serian una fuente de gozo sin tener que cambiar de hombre cada cierto tempo.
                                                                                                                                          por Angie.

viernes, 11 de febrero de 2011

...continuando.

...Arquea un poco más las piernas y me hace descubrir en todo su esplendor su sexo, sus labios vaginales tersos, rosados aún en la penumbra de las sabanas. Me acerco a su vagina entre el deseo y la locura, abro mi boca con la intención de tomarla entera, pero en el ultimo segundo prefiero llevarla al linde de la sinrazón a base de pasos lentos, así que saco mi lengua y  rozo, otra vez, sus labio vaginales. Siento su calor corporal através de su vulva, siento esa humedad tropical del deseo que hierve, que tirita con cada movimiento de mi lengua entre los pliegues de su vagina, tocando tímidamente su clítoris, succionando su deseo. Yo no sé si esta despierta o cree que sueña, pero gime cada vez un poco más con los ojos cerrados. La penetro con mi lengua. Ella lleva su cuerpo hacia arriba en el primer segundo, pero una vez dentro mi lengua, viene hacia mí abriendo más sus piernas, presionando más su vulva en mi boca. Es delicioso tenerla tan mojada y poder saborearla. Con mis manos voy envolviendo sus piernas, como si fueran serpientes, voy subiendo por ellas al tiempo que las aprieto, las presiono, las reclamo como propiedad mía y ella se agita, levanta su cadera entre gemidos aún tímidos, aún de ensueño. Mis dedos llegan a su pelvis. Mi lengua serpentea dentro de su vulva con mis labios aferrados a sus labios vaginales. Ella quita las sabanas de encima porque ambos nos quemamos y de pronto respiro su sudor de mujer y eso me excita  todavía más. Le lamo la vulva con más pasión, con más deseo. Estoy erecto, duro. Mi pene también esta apunto de reventar y me quema. Salgo de ella con mi boca y subo mi sexo a su sexo. Mis labios pueden besarle los oídos y si se vira hasta la boca. Ella toma mi pene con su mano y le conduce a su vagina. Mi glande se posa en su intimidad. Todo hierve. Todo calienta de una manera que aloca, hay una vorágine en la habitación que puede ser mortal por el deseo. Entonce aprieto mi cuerpo hacia ella. Mi glande se abre paso y la penetro. Ella me recibe arqueando sus piernas. Entro con facilidad por la humedad de ambos. Tomo sus senos con las manos y juego con ellas. Estoy muy dentro  pero aun así presiono un poco más. Empiezo a moverme. A embestirla lentamente. Ella gime y me sujeta la pierna con la mano cada vez que entro con fuerza en ella. Suena cuando nuestros cuerpos se juntan y hay un leve chirrido de la cama. Quiero calmar mi deseo y me muevo cada vez más, tanto que ella empieza a gritar que se corre…

miércoles, 9 de febrero de 2011


 ¿Es sucio el sexo?
                sólo cuando se hace bien.
                                             Woody Allen

martes, 8 de febrero de 2011

Comenzando el día


La intento despertar con un beso, pero ella se resiste. Son las ocho de la mañana  y va llegar tarde al trabajo si no empieza a vestirse. Voy a la cocina y preparo un zumo de naranja y pongo la cafetera. Continua durmiendo de costado, cubierta sólo por las sabanas y aunque no puedo ver através de ellas sé lo que se esconde debajo. Sus muslos aun están firmes y sus glúteos  en ocasiones se me antojan dos almohadillas donde posar mis cachetes. Duerme ocultando sus pezones rosados, algo pequeños para el volumen se sus pechos, aunque las veces que están dentro de mi boca simulan un ligero crecimiento, un endurecimiento dulce y a medida con mi capacidad de sujetarlos con mis dientes. Ella duerme únicamente con bragas porque en noches como la de ayer, me gusta amamantarla mientras sus manos calientan mi sexo. Voy a por las tijeras. Están en la repisa que cuelga en el baño, detrás del espejo donde tantas veces confluyeron nuestras miradas mientras la abrazaba o la cubría. Regreso y digo por ultima vez que se levante, que no es coña.
 Y me sumerjo con las tijeras dentro de las sabanas. Vislumbro sus pies y luego sus rodillas reclinadas. Sus glúteos dibujan una curva más sexual y puedo distinguir sus labios vaginales entre sus nalgas. Huele a mi mujer. Es mi mujer. Huele a ese jabón que compramos cada quince días. Huele a nuestro jabón. Pego mi nariz a su piel y voy subiendo inspirando el aire que la circunda. Me acerco a sus nalgas y de repente me hallo ante su vulva. Husmeo. El olor es dulce. Muevo ligeramente la punta de mi nariz muy cerca de sus labios y ella percibe algo e inclina más su pierna, levanta más su vulva y su olor me embarga hasta el punto de tener el pene ya endurecido. Saco mi lengua y la rozo ligeramente, es un murmullo de caricia, y puedo sentir con el tacto de mi lengua  sus bragas, es algodón seguramente y esta húmeda. Me excito más y presiono mi lengua en su vagina y puedo saborear su humedad traspasando sus bragas. Entonces meto el dedo en el pliegue de su ropa interior y con cuidado tiro de ella hasta que pueda meter las tijeras. Las corto de un lado y después del otro. Ahora tengo su humedad sin filtros y me dejo llevar por su olor que me arrastra como un can en celo hasta ella. Siento sus labios tan suaves que el algodón parece rugoso. La penetro ligeramente con mi lengua y entonces ella gime tan suave que apenas la escucho… continuara.

viernes, 4 de febrero de 2011

ÉL

Después de Alfonso no hubo otro hombre en mi vida. Todos dicen que soy guapa y por las miradas sé que todavía atraigo a los hombres cuando voy por la calle. La vez pasada un amigo me apretó el culo con algo de disimulo después de haber estado bailando, yo fingí no haberme dado cuenta, pero estoy segura que fue él y también estoy segura que le pongo como una moto desde hace tiempo. La verdad que es difícil encontrar un hombre donde confluyan la inteligencia y la lujuria, generalmente una tiene que elegir y resignarse a echar en falta siempre algo para que todo sea perfecto. Pero con Alfonso todo era distinto, no mejor, pero era distinto. Sobre todo porque existía una conexión tacita que hacia converger nuestras necesidades personales. A veces hacíamos el amor muy despacio y sus movimientos me hacían recordar al tímido balanceo de una barca en medio de una laguna, con  caricias y besos en mis senos y en mi pubis, sin llegar a penetrarme con su lengua podía mantener mi libido en la cima durante algunos minutos, y tenerme húmeda y expectante durante toda la velada.  Era distinto porque sabia usar los dedos, a veces le decía que seguramente en su vida anterior había sido mujer y por eso sabía usarlos de maravilla. Sus dedos siempre húmedos antes de tocarme los labios vaginales, siempre  tan gruesos una vez dentro de mi y esa casi sonrisa al escuchar mi leve gemido, esa quietud de dedos dentro de mi y esa lengua que de pronto aparecía lamiendo mi clítoris con tanta lujuria que a veces le rogaba que me follara…
Era distinto porque también a veces, cuando salíamos a caminar por la ribera del río, me tomaba de la mano y me susurraba que quería follarme inmediatamente, y yo sonrojada intentaba esconderme en mitad de su pecho, hasta que llegábamos a un lugar sin gente y follabamos. Él se llamaba Alfonso, si mal no recuerdo.

lunes, 31 de enero de 2011

Ven, ven, asi te beso. Te arranco

Ven. Ven. Así. Te beso. Te arranco. Te arrebato. Te compruebo en lo oscuro, ardiente oscuridad, abierta, negra, oculta derramada golondrina, oh tan azul, de negra, palpitante. Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos, piel de rosa o corales delicados, tan finos. Así, así, absorbidos, más y más, succionados. Así, por todo el tiempo. Muy de allá, de lo hondo,
dulces ungüentos desprendidos, amados, bebidos con frenesí, amor hasta desesperados. Mi único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo, lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser. Amor. Mi amor. Ay, ay. Me dueles. Me lastimas. Ráspame, límame, jadéame tú a mí, comienza y recomienza, con dientes y garganta, muriendo, agonizando, nuevamente volviendo, falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre, en lo oscuro, quemante oscuridad, uncida noche, amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente.


                                                                                                                             Rafael Alberti

La chica sin bragas

Vamos a cambiar de tema. Ayer estaba por la calle Aranda y encontré la tienda de comestibles que estaba buscando, aunque no sabia si ella estaría dentro. La fachada era de lunas polarizadas con un rectángulo transparente donde se exponían aceites, licores y distintas otras botellas de colores. No estaba seguro de entrar, tenia un poco de recelo porque sabia que de encontrarla no iba poder encadenar las palabras y de pronto hasta podía terminar pareciendo un gilipollas. Di un par de vueltas a la manzana y cuando pasaba por la tienda intentaba ver si ella estaba dentro, pero no había forma. Se llamaba Diana y trabajaba allí, era lo único que sabia. Ah! Y también dijo que no solía llevar bragas. No recordaba bien su cara, solo tenía una idea vaga de tu apariencia. Morena de ojos claros, creía. Tenia una bonita sonrisa y cuando habíamos bailado fijo sus ojos en los míos de tal manera que cuando daba vueltas a la tienda de comestibles no sabia si estaba allí porque dijo que no llevaba bragas y me pido que la visitara, o si era por aquella mirada tan suya. Estaba confundido. ¿Y si era una ninfómana? ¿Y si tenía alguna enfermedad? Había que correr riesgos o al menos entrar y ver qué sucedía. ¿Y si me enamoraba de su mirada? Esto era lo más peligroso.
 Al final entre y efectivamente: era Diana, y era morena, muy simpática y picara, y su mirada era la misma de aquella noche cuando bailamos. Se sorprendió al verme entrar y me sorprendí al ver que me reconocía como el chico del bar, lo cual me hizo gracia. Pregunte su nombre solo para confirmar que se llamaba Diana. Si, se llamaba Diana. Así que pensé que igual no llevaba bragas. Era guapa, aunque aquella tarde era incapaz de verla en conjunto, estaba prendido de su mirada y su sonrisa, y también de esa dulce idea de la chica sin bragas. Para colmo estaba con un vestido amarillo repleto de margaritas, algo ceñido a su cuerpo y a veces, cuando se viraba podía ver como la tela se pegaba a su cuerpo desde la cintura hasta casi la mitad de sus nalgas sin poder distinguir el pliegue que se dibuja cuando se lleva bragas. Hablamos de qué tal aquella noche, de cómo había buscado la tienda y de la atracción casi lúdica que sentíamos el uno por el otro. Yo no estaba seguro si podíamos follar en aquella tienda, detrás de los estantes o en el baño tal vez. No sabía ni siquiera cómo engranar una conversación con otra y llevarla al asunto. Mientras hablamos me di cuenta que tampoco llevaba sujetador y que se podía distinguir sus dos pezones en el vestido. En aquel momento entro un cliente y mientras lo atendía yo la miraba con disimulo. (El cliente estaba embelezado con el espectáculo) tenia que diseñar un plan. ¿Y si la tomaba de repente como en las pelis porno? ¿Y si pedía prestado el baño y allí me le insinuaba? Era terrible porque ya empezaba a excitarme de sólo pensarlo y  verla. Se fue el cliente limpiándose las babas con la mano. Por dios! Que mirada! Me pregunto si no me importaba que me besara. Yo respondí que sí, sí me importaba. Era un sueño? ¿Me estaba volviendo loco?  Luego me pregunto si quería ir al baño. Respondí que no. Era un gilipollas. ¿Me estaba volviendo loco? Una tía sin nada debajo me pedía ir al baño? Le dije que me disculpara un momento y salí de la tienda a tomar un respiro y pensar con calma la situación. Estaba muy confundido y decidí dar un rodeo a la tienda. Uno solo e iba a poder entrar  y besarle esos pezones que aguaitaban debajo del vestido o pegarla a la pared, levantarle el vestido con margaritas y lamerle su sexo desnudo, sus glúteos y luego hacerla mía. Di un rodeo a la manzana, luego otro a la manzana siguiente y otro dos más al consiguiente. Regrese un día después. Pero no volví a encontrar la tienda de comestibles de la calle Aranda.

jueves, 27 de enero de 2011

Esperándole...

Bajé las escaleras despacio,  algo impaciente. Y  aunque,  únicamente cubría mi cuerpo una pequeña ropa interior de encaje, sentía como si fuera arder.  Mientras,  iba imaginando su cara, imaginando como clavaria los ojos en mí, sobre mis senos, sobre mi ombligo, sobre mis muslos…Imaginaba, cómo su cuerpo reaccionaría al verme y eso hacía que cada vez aumentara más mi deseo de tenerle dentro de mí
Bajé el último peldaño y empecé a notar su mirada.  Mi respiración aumento y le sonreí, con esa sonrisa pícara y sensual que tanto le gusta. Me acerqué poco a poco a él, sin decir nada, solamente nuestras miradas se hablaban, él sabía lo que yo buscaba, lo que ansiaba.
Insinuante, con mi movimiento de caderas, me acerqué a su boca,  mordí mi labio inferior mientras el clavaba su sonrisa en mis ojos. ¡Qué cerca le tenía y qué dentro le iba a tener! Era mi único objetivo.
Pegué mi cuerpo al suyo y sentí como su sexo estaba endurecido. Al notarlo, se me escapo un suave gemido y a él, se le escaparon sus manos dentro de mi braguita. Sus dedos empezaron a explorar mi sexo, en aquel instante estaba  hinchado y húmedo.  Le bese, le besé con toda la pasión y excitación que él me producía. Mi lengua empezó a rozar la suya, se fue adentrando en su boca, ambas entrelazadas, dejándose llevar.
Después, me quite el sujetador y pegue mis pezones a su torso. Al sentir su dureza, poso sus manos en mis pechos, me los agarro, los apretó, los envolvió con sus fuertes manos y después se los metió en la boca. Lamio mis pezones, lamio mis senos enteros y se los volvió a meter en la boca. Yo ya ardía de placer y se me volvió a escapar otro gemido.

Me tumbo en el sofá, y empezó a desnudarse.  Sin dejar de observar cómo se iba desprendiendo de cada prenda, me fui quitando las bragas. Abrí mis piernas para enseñarle mi más preciado tesoro. Me encantó como lo miraba, sentí en su mirada su deseo por tenerlo, de poseerlo. Y al instante,  note su duro sexo entrando en mí.
Me volvió loca de placer, estalle de excitación. Sabía que solo él, me podía calmar y hacerme sentir así. Una mujer.

martes, 25 de enero de 2011

Esta tarde ha sonado el teléfono a las cuatro y era ella. Su voz tiene la ternura de un crepúsculo y cuando la escucho hay algo que tirita dentro de mí, algo se descubre aquí dentro, en mi pecho, y empiezo a tener ganas de estar cerca de ella, de ir descubriendo su cuerpo a base de pegar mis labios en su piel, su voz tiene ese poder, de hacerme recordar que la quiero y la deseo desde la primera vez. Mi amante, mi mujer, cuando me mira, cuando me susurra fantasías y recuerdos. Esta tarde ha sonado el teléfono y era ella, no me puedo callar, ha dicho que me desea con su voz felina de media noche, ha dicho que estaba desnuda sobre la cama y ha pensado en mi. Y yo simplemente he empezado a arder como nunca. De solo imaginarla desnuda me derrito. Su cuerpo frágil tendido en la cama, esperándome, las piernas cruzadas esperando que llegue con mi deseo para descubrir su vientre, su vulva y me sumerja en ella, húmeda ella, y vaya abriéndome camino dentro de ella, mi amor, mi amante, la deseo de sólo pensar que esta noche estaremos retozando en la cama y ella estara húmeda de mí.

domingo, 23 de enero de 2011

Si quieres, bailamos

Si quieres, bailamos. Me pongo mi mejor y mas corto vestido y me compro unos zapatos de tacón interminable para la ocasión. Si quieres bailamos y nos olvidamos de los días pasados perdidos sin mirarnos a los ojos y encajo mis caderas en las tuyas, y rodeo tu cuello con mis brazos y presiono tu cuerpo contra el mio para que no corra ni el aire entre tu y yo. Si quieres, bailamos, soñamos con los pies, y bajo una mano de tu cuello suavemente por tu espalda hasta llegar a tu cintura para aferrarme a ella y apretarte aun mas contra mi, como si quisiesemos fundirnos. Si quieres, tambien, olvidamos que existe gente a nuestro alrededor y te beso como si estuviesemos a solas, lenta, suave, calidamente, al ritmo de la melodia que siguen nuestros pies y ahora, de igual modo, nuestras bocas, nuestras lenguas, nuestras manos. Si quieres, por favor, si quieres, invitame a bailar, y no sabre si estamos danzando o amando vestidos, porque la sensación sera la misma...

                                                                                                                                       (Anónimo)

                                                                                                                     
                                                                                                                                          (Anónimo)

Poema

Porque la libertad es un fuego
que pule, afina, organiza
y destruye la vida.

Porque a un lado está el bien
y al otro el mal y yo no sé
cuál es la conducta razonable.

Porque después de todo, nada
importa sino es el amor,
sino es el odio.

Yo estoy aquí para vivir o para morir,
para cantar o para morir,
para respirar, comer y amar.
O para morir.

            washintong delgado

Ya sé que no es un poema erótico, pero me entusiasma las ganas de vivir que transmite el poeta y es en este sentido que compartimos el poema con ustedes, porque lo erótico de la vida no tiene limites, pues se asienta en lo más grande que tiene el ser humano: La Imaginación, y esta imaginación erótica, estas fantasías, nos pueden llevar más halla del bien y del mal, más lejos todavía, y  descubrirnos un mundo de sensaciones suaves e intensas que enriquecerán nuestros día a día, haciéndonos  vivir o morir en muchos instantes sin saber tal vez cual es cual.