martes, 8 de febrero de 2011

Comenzando el día


La intento despertar con un beso, pero ella se resiste. Son las ocho de la mañana  y va llegar tarde al trabajo si no empieza a vestirse. Voy a la cocina y preparo un zumo de naranja y pongo la cafetera. Continua durmiendo de costado, cubierta sólo por las sabanas y aunque no puedo ver através de ellas sé lo que se esconde debajo. Sus muslos aun están firmes y sus glúteos  en ocasiones se me antojan dos almohadillas donde posar mis cachetes. Duerme ocultando sus pezones rosados, algo pequeños para el volumen se sus pechos, aunque las veces que están dentro de mi boca simulan un ligero crecimiento, un endurecimiento dulce y a medida con mi capacidad de sujetarlos con mis dientes. Ella duerme únicamente con bragas porque en noches como la de ayer, me gusta amamantarla mientras sus manos calientan mi sexo. Voy a por las tijeras. Están en la repisa que cuelga en el baño, detrás del espejo donde tantas veces confluyeron nuestras miradas mientras la abrazaba o la cubría. Regreso y digo por ultima vez que se levante, que no es coña.
 Y me sumerjo con las tijeras dentro de las sabanas. Vislumbro sus pies y luego sus rodillas reclinadas. Sus glúteos dibujan una curva más sexual y puedo distinguir sus labios vaginales entre sus nalgas. Huele a mi mujer. Es mi mujer. Huele a ese jabón que compramos cada quince días. Huele a nuestro jabón. Pego mi nariz a su piel y voy subiendo inspirando el aire que la circunda. Me acerco a sus nalgas y de repente me hallo ante su vulva. Husmeo. El olor es dulce. Muevo ligeramente la punta de mi nariz muy cerca de sus labios y ella percibe algo e inclina más su pierna, levanta más su vulva y su olor me embarga hasta el punto de tener el pene ya endurecido. Saco mi lengua y la rozo ligeramente, es un murmullo de caricia, y puedo sentir con el tacto de mi lengua  sus bragas, es algodón seguramente y esta húmeda. Me excito más y presiono mi lengua en su vagina y puedo saborear su humedad traspasando sus bragas. Entonces meto el dedo en el pliegue de su ropa interior y con cuidado tiro de ella hasta que pueda meter las tijeras. Las corto de un lado y después del otro. Ahora tengo su humedad sin filtros y me dejo llevar por su olor que me arrastra como un can en celo hasta ella. Siento sus labios tan suaves que el algodón parece rugoso. La penetro ligeramente con mi lengua y entonces ella gime tan suave que apenas la escucho… continuara.

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