viernes, 4 de febrero de 2011

ÉL

Después de Alfonso no hubo otro hombre en mi vida. Todos dicen que soy guapa y por las miradas sé que todavía atraigo a los hombres cuando voy por la calle. La vez pasada un amigo me apretó el culo con algo de disimulo después de haber estado bailando, yo fingí no haberme dado cuenta, pero estoy segura que fue él y también estoy segura que le pongo como una moto desde hace tiempo. La verdad que es difícil encontrar un hombre donde confluyan la inteligencia y la lujuria, generalmente una tiene que elegir y resignarse a echar en falta siempre algo para que todo sea perfecto. Pero con Alfonso todo era distinto, no mejor, pero era distinto. Sobre todo porque existía una conexión tacita que hacia converger nuestras necesidades personales. A veces hacíamos el amor muy despacio y sus movimientos me hacían recordar al tímido balanceo de una barca en medio de una laguna, con  caricias y besos en mis senos y en mi pubis, sin llegar a penetrarme con su lengua podía mantener mi libido en la cima durante algunos minutos, y tenerme húmeda y expectante durante toda la velada.  Era distinto porque sabia usar los dedos, a veces le decía que seguramente en su vida anterior había sido mujer y por eso sabía usarlos de maravilla. Sus dedos siempre húmedos antes de tocarme los labios vaginales, siempre  tan gruesos una vez dentro de mi y esa casi sonrisa al escuchar mi leve gemido, esa quietud de dedos dentro de mi y esa lengua que de pronto aparecía lamiendo mi clítoris con tanta lujuria que a veces le rogaba que me follara…
Era distinto porque también a veces, cuando salíamos a caminar por la ribera del río, me tomaba de la mano y me susurraba que quería follarme inmediatamente, y yo sonrojada intentaba esconderme en mitad de su pecho, hasta que llegábamos a un lugar sin gente y follabamos. Él se llamaba Alfonso, si mal no recuerdo.

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