domingo, 3 de abril de 2011

La primera vez haciéndolo en la calle

Caminaba de vuelta a casa sin esperar nada. El reflejo de la luces  destellaban en los charcos de la acera y mi horizonte próximo era un pasadizo asfaltado entre edificios a media luz. No había transito vehicular, en cierta forma me hallaba sola y no habría tenido mayor importancia, pero la discusión con Tomas me hacia sentir triste, rabiosa conmigo por quererlo únicamente para mi, desconcertada porque en todo el día no había llamado y empezaba a extrañarle. La brisa nocturna refrescaba de vez en cuando mi rostro, ondeaba tímidamente mi cabello. Se colaba por entre mis piernas y mi falda hacia un amago de levantarse.
De repente escuche abrirse una puerta a unos metros de mi y al prestar atención, distinguí en  la penumbra  un hombre  bajando de un coche. Me puse nerviosa  sin un motivo real pues la zona es segura y Tomas no iba venir, por un momento pensé que era él, lo admito, pero recordé cómo era Tomas. El desconocido empezó a venir hacia mi, el juego de luces y sombras de la noche me ocultaba su rostro, pero a medida que se fue acercando, por su forma de caminar, de mover los hombros, descubrí a Tomas. Creo que ambos sonreímos a la vez, no estoy segura, pero si recuerdo que lo abrace muy fuerte, le había echado de menos y quería que lo sintiera. Nos besamos con ternura sujetándonos ambos con los brazos. Él por mi cintura y yo rodeando su cuello. No pronunciamos una palabra. El calor de nuestros cuerpos bastaba para comunicarnos. Sentí su mano en mis nalgas y esto me provoco ardor. Le bese con menos ternura y más pasión, tocándonos con nuestras lenguas, besándonos cada labio por separado. Para darme cuenta estábamos pegados a la pared y sus manos se habían colado dentro de la falda, sentí el roce suave de sus dedos muy cerca de mi ano y de rato en rato, muy cerca de mi sexo. Me percate que estábamos en la calle, que los edificios nos rodeaban,  que debíamos detenernos e ir al piso, pero esa noche descubrí lo mucho que me excitaba hacerlo en la calle. Me puse muy cachonda.  Tome su pene con la mano. Él tenia mi vulva y jugaba con mi clítoris, sumergía sus dedos dentro de mi coño y me hacia gemir, yo intentaba aguantarme al principio, pero luego deje de hacerlo. Nos masturbábamos mientras nos comíamos la boca. Él se bajo los pantalones un poco y el pensar que me iba penetrar en la calle me puso más caliente y me dieron ganas de comerle la polla. Baje hacia su pene y empecé a succionarle su semen. A lamerle los testículos. Tomas estaba más erecto que cualquier otro día y eso me excitaba más. Me llamo con sus manos y me beso fuerte. Entonces vi en sus ojos su deseo de mí y le pedí que se comiera mi vagina. Él bajo hacia ella y levanto mi pierna para ponerla sobre su hombro y empezó lamiéndome los labios, casi llegando hasta mi culo. Me tenia muy cachonda, lo juro. Me comió el clítoris primero muy flojito y luego con más “talante”   -que gracia- y luego empezó a penetrarme con su lengua y yo sentía como me iba poniendo más húmeda cada vez. Le pedí que me follara. Tomas se puso de pie y me penetro en la calle y desde entonces, no dudamos si encontramos un lugar público sin gente.

1 comentario:

  1. Que morbo tiene cualquier lugar al aire libre, fuera de paredes y camas. Pero aun tiene más morbo hacerlo después de un enfado que parece que pasará cierto tiempo hasta que ni tan siquiera beses a la persona.

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